Esta mañana te gasté una broma y te encantó.
Una hora después te gasté la misma broma y volviste a reír.
A las dos horas repetí la broma original y tu sonrisa fue forzada.
Cuando tres horas después mi misma broma se repetía,
ya no generó en ti ninguna respuesta agradable.
Incluso, me has preguntado por qué insistía una y otra vez,
y qué sentido tenía repetir la misma gracia,
asegurándome que, de tanto escucharla,
se había desvanecido su efecto.
¿Por qué entonces te repites una y otra vez
el mismo discurso doloroso, con sus mismas palabras,
evocando sus mismos recuerdos,
replicando sus mismas sensaciones y empeñándote,
y consiguiendo, recuperar una y otra vez
el mismo malestar emocional?
¿Acaso aquí no hay pérdida de efecto en la insistencia?
¿Acaso aquí no hay pérdida de dolor en la repetición?
¿Acaso la alegría caduca y el sufrimiento es perenne?
Salud y paz.
Luis Bueno